domingo, 16 de octubre de 2011

Crítica de Moneyball: El Juego de la Fortuna


Interesantemente, mi familia es muy apreciativa del beisbol desde antes que yo naciera. Inclusive mi abuelo era seguidor pero no de Los Padres de San Diego sino de los Atléticos de Oakland. Con más razón, me llamó la atención este drama deportivo. Es interesante porque desde niño me llevaban a San Diego a ver los juegos, y por más que quisieron que me metiera de lleno a esta atmosfera competitiva, nunca lo lograron.

Ya se imaginaran las múltiples excusas de mi parte por convencerlos de no llevarme, siempre portando un libro o un reproductor de música para distraerme, yendo a la tienda a revisar la mercancía, la séptima entrada, las pelotas de playa, la tradicional ola y no podría olvidarme de los nachos y hot-dogs. Honestamente si no es para ti, no es para ti y uno no tiene por qué justificarse. Frase notable de esta propia película de la cual concuerdo por completo.

Sentarme a ver por completo un juego de beisbol es inusual porque no es un deporte que me atrae. A parte del inevitable sufrimiento, el modelo de los presupuestos es absurdamente injusto. Prefiero algo más como espectáculo + guión. Más no descarto las valiosas historias que emanan de los jugadores y sus partidos. En este caso, Moneyball me captó la atención por basarse en la verdadera administración del equipo de Oakland durante la temporada 2002.

De por sí, el encargado de adaptar la novela de Michael Lewis fue Aaron Sorkin, el recién ganador del Oscar por su guión de Red Social. Para muchos fanáticos y conocedores del beisbol, es una satisfactoria aventura ver el detrás de cámaras. Aparte de recibir algunas respuestas y respaldarse ciertas teorías con respecto al tan injusto sistema monetario y estadístico en la selección de beisbolistas.

Adecuadamente la historia se basa en el punto de vista de Billy Beane, el Gerente General de los Atléticos cuyo pasado en el campo de las Ligas Mayores no resultó tal y como se había predicho. Como siempre, existen sacrificios y decisiones en torno al factor dinero, pero sobre todas estas cosas, sigue siendo difícil no enamorarse del beisbol como lo tiene bien estipulado este hombre de negocios.

Básicamente el guión se guía en un solo eje histórico editado con algunos retrocesos, datos del beisbol y escenas familiares para desarrollar al personaje principal. La evolución por más simple que parezca termina siendo de alcance complejo. Al mismo estilo de Red Social, se manejan diálogos técnicos y se emplean estadísticas que nos causaran un estado de confusión si no colocamos nuestra mente en blanco. Este proceso toma tiempo pero eventualmente llegas a comprenderlo desde un aspecto humano.

Obviamente se sostiene el odio general hacia los Yankees de New York y los grandes equipos con dinero. Tomando en consideración la variedad, la injusticia no importa en este mundo. Ganar es ganar aunque se haga trampa o se cuente con mucho más recursos. Uno no va a la guerra nivelando su cartera con el oponente, uno va con todo. Por otra parte, este es un juego nacional y como el Futbol Americano, coincido en que se necesita aplicar un modelo de igualdad.

Más como todo sistema corrupto, es imposible modificarse siempre y cuando haya dinero de por medio, proveniente especialmente de clientes poderosos. Por ello, esta adaptación la defino como un relato directo que debe verse por su contexto administrativo. Tampoco se agoten ya que existen secuencias divertidas como el modelo de cambios, las supersticiones, el reclutamiento, los trueques, los porcentajes de bateo y la compra de triunfos.

El mundo del beisbol está inmerso de estrategias, persuasión, conocimiento y exploración. Hay mucho más en el fondo de un simple partido, nosotros no lo vemos ni sabemos. Los seguidores pueden presentirlo mas nunca llegan a descifrarlo con exactitud. Moneyball nos da la oportunidad de tener más que una noción, sino de conocer este gran esquema que va desde la realización de las transacciones con sus justificantes.

Honestamente si no fuera por la frescura y naturalidad de Brad Pitt, Billy Beane no nos hubiera conmovido desde su primera aparición. Como todo ser humano es imperfecto e inseguro y Pitt lo caracteriza de tal modo que es triste. ¿Por qué digo eso? Porque estamos esperando que reciba las buenas nuevas que realmente se merece pero el sistema que nosotros como sociedad/gobierno hemos creado y permitido, es la razón principal por la cual no todos podemos desarrollar nuestros sueños por más humildes que sean.

Tanto un Gerente como su asistente deben portarse fríos con los empleados y más en este medio donde la inestabilidad abunda en cada rincón. Uno nunca sabe cuándo tendrá que dejar de jugar porque puede ir desde los veinte hasta los cuarenta años. Asimismo, muchos juegan por dinero mientras otros juegan por amor. La verdadera pregunta es: ¿Cuál modo elegirás en orden de poder ganar?

Dentro de la dirección de Bennet Miller, podemos observar que no posee ninguna experiencia acerca de este género. Ello resultó favorable debido al profundo interés desarrollado en la trama. Por otra parte, no estuvo solo. Brad Pitt fungió como productor y Sorkin lo acompaño con su notable experiencia. Uno de los aspectos a resaltar es la espontaneidad y realismo del producto final.

La edición es veloz y limpia a pesar de los constantes temblores en los encuadres, como un tipo documental. El sonido es eficaz, la imagen nítida por el pasto verde del estadio y la inserción de las tomas históricas es electrizante. Cabe destacarse la música de Mychael Danna la cual toca los tonos adecuadas en los momentos claves. No me extrañaría verla jugar un papel importante en las futuras nominaciones.

Concentrándonos en la actuación, Brad Pitt se posiciona como el corazón de este honesto drama, ya sea con tensión o con risas debido a su extroversión y tragazón. Su interacción con Jonah Hill es impresionante, quién hubiera predicho que estos dos podrían llevarse tan bien en pantalla. Cualquiera podría coincidir que este reflejo de emociones es genuino. Más no podemos descartar la seriedad de Philip Seymour Hoffman quien sin duda se comporta como el típico manejador que piensa en él y sólo en él como un bien necesario del equipo.

Sin importar su poca involucración: Chris Pratt, Casey Bond, Stephen Bishop, Royce Clayton, Kerris Dorsey, Kathryn Morris y Robin Wright, conformaron un magnifico reparto que espero sea considerado en los Screen Actors Guild Awards 2012.

Algunas diferencias notables con la novela son: Peter Brand es el seudónimo de Paul DePosta quien se le unió a Beane en 1999 en lugar del 2002; Jeremy Giambi no era agente libre al inicio de aquella temporada; el libro describe ampliamente las carreras de Chad Bradford y Scott Hatteberg; se omitió el Draft 2002; Barry Zito no se menciona en el filme, Jeremy Brown sólo se muestra al final mientras que la partida de Art Howe hacia los New York Mets es eliminada.

Como mención adicional, Beane cumplió recientemente 13 años como el Gerente General de los Atléticos de Oakland y fue nombrado el número 10 de los GMS/Ejecutivos de la Década de acorde a Sports Illustrated.

En Conclusión, si tuviera tres palabras para describir esta única e innovadora drama deportiva, dirían: UNA OBRA MAESTRA.

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