domingo, 21 de septiembre de 2014

Crítica de Empezar Otra Vez (Begin Again)


Un drama musical correctamente desenvuelta por cada uno de sus protagonistas. Formalmente estructural de lo cual podría incitarnos a inquietarnos en los primeros cuarenta minutos debido a que se toma un buen tiempo en desarrollarnos a los dos personajes principales dentro de sus problemáticas que deben enfrentarse en orden de salir adelante.  

El motivo del guion radica en transmitir un mensaje para las grandes empresas discográficas; hoy en día los estudios quieren las cosas fáciles y con enormes remuneraciones. En otras palabras, quieren mucho dinero y sin batallar.  Ente más alocado y superficial sean los futuros talentos, mucho mejor para ellos. La calidad y el sentimiento humano ya no conforman el mercado que una vez definió al mundo.

El conformismo opaca la innovación y la rigidez en interiores cierra la oportunidad de que tanto cantante como productor conecten con el exterior. La fama y el trabajo suelen consumir a los artistas y por tanto podemos comprender el por qué los matrimonios ya no son tan sólidos, es más ni siquiera los largos  noviazgos son de fiarse si se forma parte de este ambiente laboral.   

Existe una cierta conciencia en esta producción del director y guionista John Carney, regida mayormente por la creatividad. Eso de grabar un álbum en cualquier localización de Nueva York es un concepto fascinante. De sólo escucharse el fondo urbano entremezclase con las voces y los instrumentos nos conmueve en lo personal; no una cualidad fácil de transmitir pero Carney lo consiguió en compañía de su equipo de edición.  

La sencillez de Keira Knightley encaja a la perfección y a su vez nos da otra perspectiva de cómo debería comportarse una cantante durante su ascenso. Mark Ruffalo es estable como el representante aunque no nos llega a impactar tanto como Knightley quizás por la forma en que describieron su forma de remediar los asuntos. No obstante, ambos comparten una buena química de la cual es difícil de leer la posible mutua atracción.

Pese a estar en modo Maroon 5, Adam Levine trata de inyectarle su propio dinamismo pero aquella voz es inconfundible. Lo poco que aparece está bien pero en cuestión de estilo, sigue siendo la misma música a la cual estamos acostumbrados a esperar de él. En contraste, Hailee Steinfeld y Catherine Keener suavizan la tensión cuando curiosamente debería ser al revés dado la disfunción familiar.

Al final, este drama se siente como un detrás de escenas  de quizás uno de los mejores discos grabados. De hecho el soundtrack de la película lideró el primer lugar de su categoría  y generalmente se posicionó en el número 22 del Billboard hace un par de meses. Algo me dice que el álbum está recibiendo mucho más recomendaciones que la película, y ello no es del todo malo porque para comprender la composición, debemos conocer el significado de su letra.  

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