domingo, 27 de marzo de 2016

Crítica de Mi Gran Boda Griega 2 (My Big Fat Greek Wedding 2)



Han pasado 14 años desde que Toula e Ian se casaron y ambos encuentran ignorando sus problemas maritales por enfocarse plenamente en su hija Elena, quien está decidida a ingresar al Colegio más lejano de su activa familia. Entre todo este embrollo, un secreto es revelado poniendo en marcha una segunda y aún más demandante boda griega.

Vaya que Nia Vardalos se tardó bastante en escribir una segunda parte, muchos la pedían y fue inusual su retraso considerando su gloriosa Taquilla en 2002. Sin duda alguna, la larga espera valió la pena porque nos encontramos ante un continuación bellamente escrita debido a su fórmula cultural.

Es seguro afirmar que se retoman los elementos que hicieron famosa a la primera sin necesariamente caer en la repetición. Cada uno de los personajes es fiel a su esencia conservándose así el buen humor y la gran importancia de no sólo pertenecer a una Familia sino valorarla por lo que representa.

Es seguro decir que esta experiencia resultó más divertida y notable desde el punto de vista educativo. Es un drama que ninguna familia querrá perderse por el manejo de los valores. Es más, está lo bastante apegada a la actualidad que podría servirnos para darnos una clara idea de cómo estabilizar ciertas relaciones conflictivas, ya sea entre padres e hijos, hermandades o esposos.   

Lo curioso de esto, es ver la evolución de los personajes, cada uno de este elenco se desenvuelve con profundidad, he aquí su madurez. Sus interacciones retoman lo previamente visto pero a su vez existe una mejoría en su forma de expresarse lo cual hace de cada escena, un exquisito disfrute que nomás no quieres que terminé por lo cómodo que llegas a ponerte. 

Me agrada analizar la dinámica entre Nia Vardalos y John Corbet, no han cambiado en lo absoluto. Siguen conservándose igual aunque sorpresivamente no solemos verlos juntos en pantalla hasta el tercer acto. Ello debido a la dirección tomada en la historia. Honestamente no pudo haber sido de otra forma.

Elena Kampouris es una excelente adición como la hija de Toula. A muchas madres se les ha de haber hecho familiar esta popular problemática que siempre está presente en cada generación o matrimonio. No será todavía tan conocida como actriz, pero su inclusión aquí fue más que perfecta. En verdad se siente como si fuese la hija de Toula.

En esta ocasión Lainie Kazan y Michael Constantine se desplazan al centro de la atención. Muy bien merecido ya que esta pareja de Maria y Kostas siempre han sido un imán al lado de Andrea Martin como la Tía Voula. Personalidades tan enganchadoras aunque inesperadamente Gerry Mendicino y Joey Fatone estuvieron muy serios.

No obstante Fatone compartió una de las escenas más emotivas al lado de Lainie. Esa revelación de su pareja secreta y el miedo a casarse posicionan esta secuela en un nivel más emotivo. Tampoco podemos descartar la chispa recuperada entre Vardalos y Corbett durante la boda, excelente selección de la canción de All of Me de John Legend.    

Entonces, nada mal para Kirk Jones cuya dirección no pasó desapercibida. Desde un principio comprendió a los personajes y fue tanto su respeto por Nia Vardalos que decidió mantenerlos como tal sin descartar la posibilidad de hacerlos madurar en sus interacciones. La modernidad es tomada en cuenta y el mensaje de permanecer unidos como independizarse se aprecia.

No es de esperarse una inmensa cinematografía pero debo señalar que la dirección de arte sigue siendo atractiva. Habrá una tercera entrega, yo creo que sí y quizás en menor tiempo dado que este fin de semana recuperará su inversión. No es obligatorio ver la original, pero créanme que una vez vista esta secuela, querrás revivir toda esta maravillosa locura desde su origen.

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